lunes, 14 de marzo de 2011

Moribundo.

Creía que tus huellas,
esas que partieron desagarrando fugazmente todo a su paso,
y se mimetizaron en nubes repletas de rencor y codicia,
se volverían palabras de anhelo, calma y piedad…
piedad de tenerte cerca,
de sólo verte,
de sólo sentir que estabas ahí,
con ese miedo ancestral que transmiten tus ojos,
de los cuales temo y rechazo,
y sin embargo me embriagan de improviso con cristales que una vez pensé querías ofrecerme…

Pero no fue así,
tus huellas partieron dejando palabras irrespirables
las cuales quedaron atrapadas en nuestros sueños ,
más bien en los míos,
que son los de todos, únicos entre ellos que se entremezclan cavando tu apariencia
de prehistóricas promesas e incrédulas convicciones,
dejando entrever tardíos carnavales que confunden y desaniman esas provisorias claves de infortunio que creaste,
y que yo tome, voluntariamente,
como parte de un deseo intrínseco que pensé,
podrían volverse de alguna manera… realidad.

Pero no fue así,
la confusión alteró la lluvia con matices pérfidos e incongruentes,
quemando el cielo y secando las escasas lágrimas que dejaste al partir,
y sin poder hacer nada,
sin nada más que decir,  
me alejé de ti, para coronar la pocilga en la cual aún existo…

Es por esto que te has vuelto un desastre crematorio que sofoca mi andar,
y retuerce mis palabras como un ser pensante y malviviente,
provocando la ligereza fatal de mis actos,
junto a una desdicha inconmensurada,
como estelas de encanto que sólo yo puedo percibir,
avergonzándome de culpa y ofuscación,
mimetizando el tiempo sin prudencia,
creyendo, únicamente, en que llegará el día que te des cuenta,
que nunca quise ensuciar los colores con los que pintaste la abundancia,
ni la serenidad de esta puta desdicha…

Y fue en ese fatal error,
que me trasformaste en una despiadada caja de recuerdos y promesas inconclusas,
insufriblemente violentas para tu esencia translúcida e inofensiva,
en dónde sólo quise subrayar el eco insondable de mis deseos,
sin percatarme del mal que te había causado con la deficiencia de mis actos,
los cuales te hicieron tomar otros rumbos, otros caminos alejados de la indolencia...
y sin siquiera darte un segundo para pensar,
que esos actos eran sólo la causa de ésta profunda conmoción que has creado entre nosotros,
y que se altera cada a día haciendote desaparecer,
partiste junto a tus huellas,
cerrando las puertas cada noche,
con la esperanza de no volver, ni detenerte.

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