no por falta de amor,
sino por saturación de delirio,
no por falta de comprensión,
sino por saciedad de angustia y dolor.
Y es en esa soledad que disimulas día a día,
pensando e imaginando que la vida será sólo eso hasta el final de los tiempos,
como una magra elección que ha sepultado los sentidos,
propagando locura,
despertando pasiones, pudriendo ofuscación;
retornas al juego de las mentiras piadosas,
esas irreales y a la vez concretas,
pragmáticas y otras muchas etéreas,
que sólo velan por el otro,
ese distinto a ti,
que no existe más,
que se pierde y desaparece,
que se cruza y te observa del otro lado del camino,
destruyendo fantasmas,
imaginando vidas,
junto a la agria imagen que transmites tus ojos,
sin esa luz que te era propia y encandilaba al mundo,
evidenciando lo poco que le queda... a tu tibio corazón.
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